martes, 29 de diciembre de 2009

Miguel Barcala (¿Poeta?)


Escribir poesía tal vez sea un derecho que todos poseemos. Es un modo de expresión y, por tanto, a nadie capacitado para hacerlo deberían prohibirle que lo hiciera. Pero escribir bien es una virtud de la que muy pocos estamos dotados. No es poeta quien quiere, sino quien puede. Hasta ahora, que yo sepa, el talento aún no se compra ni se obtiene por decreto ni por prescripción facultativa.

En los últimos días ha saltado a la palestra de los informativos el nombre de un presunto poeta: Miguel Barcala Candel. A pesar de que los versos que se han reproducido en los medios escritos, a mí, que ni soy crítico ni intelectual, no me han gustado, no voy a centrar mi comentario en analizar su obra, que por otra parte no conozco en su conjunto, sino su actitud, y la utilización que de él han hecho quienes gobiernan el Ayuntamiento de Orihuela.

Subidos ya en el carrusel que representa el Centenario de Miguel Hernández, da la impresión de que para algunos políticos vale todo a la hora de programar actos. Y vale más todavía, si lo que se programa, en lugar de ensalzar al poeta pastor, lo ridiculiza y deja en evidencia las ideas por las que vivió y murió. El hecho de que la presentación del libro de Miguel Barcala se enmarcara como un acto de homenaje a Miguel Hernández, ha tenido la virtud de poner de acuerdo a amplios sectores de la prensa, de diferente ideología, en torno a un vocablo: "Vergüenza". "Una mancha en el centenario", decía el diario "La verdad". "La vergüenza de Orihuela", opinaba M. Martín Ferrand en el diario "ABC". En estos, y en muchos otros artículos impresos y digitales, se ha cargado de un modo furibundo contra la incompetencia (o mala fe) del Ayuntamiento, así como también contra el autor del libro. Yo, cómo no, también quería dejar mi opinión, pero ha sido tanta la cantidad de descalificaciones que ha habido, que en principio sentí pena... y decidí esperar. Sentí pena, sí. En muchas ocasiones, una cieta dosis de estupidez es suficiente para obstruir los canales de la razón. En esos momentos la persona -cualquier persona- puede dejar de discernir entre lo que es justo o injusto, entre lo correcto y lo incorrecto. Así, el ser racional puede ser fácilmente manejado y, un hombre pobre se convierte en un pobre hombre sin posibilidad de percatarse de ello.

Aun con la que está cayendo al respecto, quería romper una lanza en favor de Miguel Barcala, un hombre que -pensaba yo- escribe en sus ratos de intimidad y, ¿por qué no?, le gusta lo que escribe y hasta se atreve a publicarlo. Invierte su dinero con el fin de editar un libro que luego regalará a sus parientes y allegados que, tal vez algunos, no sabrán que hacer con él. Hasta ahí me parece correcto. Pero resulta que el presunto poeta pretende llegar más lejos: escribe unos elogios de la Alcaldesa y de la Concejala de Cultura, muestra su admiración por doña Esperanza Aguirre, ofende al Presidente del Gobierno y a cualquier otra cosa que se mueva por la izquierda, y lo ofrece en el Ayuntamiento de Orihuela, donde, encantados/as con tanto elogio, deciden patrocinar su presentación y, como se ve que para ellos/as toda la poesía es igual, le ceden un espacio en el carrusel del centenario. En todo este desatino estriba la vergüenza que toda gente de bien debería sentir. Yo pensaba que, a pesar de todo, Miguel Barcala sería sensible a las opiniones que se estaban dando desde toda España, pero no ha sido así. Ayer, festividad de los Santos Inocentes, desafiando todas las tormentas, el libro fue presentado con más pena que gloria. Y a partir de ahí, dejé de sentir pena por Miguel Barcala. Ya tiene su ración de gloria. Que le aproveche.

Para quienes la figura de Miguel Hernández, supera el simplista planteamiento de izquierdas y derechas, sabemos que nos va a tocar sufrir en este centenario donde ambas ideologías se lo quieren disputar. Creo que no deberíamos olvidar que sus palabras fueron las que fueron, motivadas por el terrible momento que le tocó vivir. Por encima de todo, si queremos hablar de un poeta, tendremos que hablar de su poesía, desprovista de matices. Estos, los matices, fueron quienes lo llevaron a la muerte, víctima de la sinrazón. Pero ésta es otra historia. El merecido homenaje, en el centenario de su nacimiento, debería ser organizado por instituciones sociales y culturales ajenas a la política. Pero, claro, esto existe.

Miguel Hernández, poeta, por encima de todo. Como él siempre quiso ser. No sé si lo van a consentir. Da la impresión de que no quieren que cese su sufrimiento.

Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro la encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.


(La fotografía es de: http://blog.diarioinformacion.com).

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Recordando a Víctor Jara


















Dictaduras y poesía, raramente se han llevado bien. Posiblemente habrá de todo, siempre hay excepciones, pero suele ocurrir que cuando el dictador asume el poder absoluto, con el fin de preservar a la patria de peligros y contaminaciones nocivas, una de las primeras medidas que utiliza consiste en secuestrar y destruir libros y, si es posible, eliminar a los autores. En este sentido, la poesía, aun siendo una rama de la literatura que no llega –teóricamente- a amplias mayorías, resulta sistemáticamente castigada. Hay ejemplos sobrados en la historia que avalan esta cuestión. Hoy quiero referirme a uno de estos poetas salvajemente represaliado por una –no sé si salvaje es la palabra adeucada- dictadura militar.

Ocurrió en Chile, en el año 1973. Siento un amargo sabor en la garganta cada vez que recuerdo al general Augusto Pinochet. No puedo remediar sentir el escalofrío del horror, con sólo imaginar su nombre. Y siento la rabia de saber que murió libre y sin un atisbo de arrepentimiento por tantas canalladas cometidas mientras pudo respirar. La misma rabia que siento con sólo imaginar que aún hoy existe gente que admira la memoria del monstruo. Desgraciadamente, decimos: “es la vida”, y pasamos página.

En fin, el día 11 de septiembre de 1973, el general Pinochet tomaba a sangre y fuego el poder en Chile. Entre los muertos de aquella vil traición, se hallaba el propio presidente de la república, Salvador Allende. Amplios grupos de obreros, estudiantes e intelectuales protestaron pacíficamente contra el golpe militar, mientras esperaban que la intervención del “mundo libre” devolviera el país a la normalidad. Pero nadie intervino en este sentido, sino todo lo contrario. Hoy, ya se sabe con certeza, aunque siempre se sospechó, que la CIA norteamericana ofreció su inestimable ayuda al asesino. Un grupo de estudiantes e intelectuales se encerraron en la Universidad de Santiago para protestar y resistir, pero el ejército invadió el centro, mató a quien se resistió y se llevó presos a los supervivientes. Entre ellos, se hallaba VÍCTOR JARA MARTÍNEZ, un poeta de origen campesino nacido en el año 1932. En 1960 obtuvo el título de director de teatro, dirigió varias obras y obtuvo el “Premio Laurel de Oro” como mejor director del año. En 1967 obtuvo así mismo otro importante premio como director en Gran Bretaña. En su estancia allí, compuso una de sus canciones más conocidas: “Te recuerdo Amanda”, dedicada a sus padres Amanda y Manuel. Sus canciones tuvieron gran notoriedad y fueron cantadas en infinidad de manifestaciones progresistas o reuniones universitarias, tanto en Chile como en otros países, como por ejemplo en la época de la transición española. Éste fue, sin duda, su crimen. Al ser detenido, fue cruelmente torturado y asesinado en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, el día 16 de septiembre de 1973. Pero claro, ¿quién puede amordazar definitivamente a un poeta? Desde ese mismo instante, su voz fue escuchada hasta por los oídos más sordos. Su fama creció y le convirtió en un mito. Y es que un poeta, cuando habla de Paz, hace que tiemble el pulso de los tiranos.

Hoy escribo esto en memoria de Víctor Jara Martínez, poeta. Éste fue el “Canto Libre” que él escribió:

El verso es una paloma
que busca donde anidar,
estalla y abre sus alas
para volar y volar.
Mi canto es un canto libre

que se quiere regalar
a quien estreche su mano,
a quien quiera disparar.
Mi canto es una cadena

sin comienzo ni final,
y en cada eslabón se encuentra
el canto de los demás.
Sigamos cantando juntos

a toda la humanidad,
que el canto es una paloma
que vuela para alcanzar,
estalla y abre sus alas
para volar y volar.
Mi canto es un canto libre...