sábado, 9 de febrero de 2019

CAMINOS: LA CUADRATURA DEL CÍRCULO



            Al principio fue el círculo, y por él comenzamos a caminar de un modo inconsciente, sin percatarnos que el paisaje, una y otra vez, se repetía. Pero no duró demasiado aquella situación. Como suele ocurrir, en todos o en parte de los miembros del grupo, apareció la necesidad de intentar ampliar el paisaje o de buscar paisajes nuevos que cambiaran la perspectiva y, poco a poco, poniendo mucho esfuerzo y una buena dosis de voluntad, fuimos enderezando las líneas del círculo y poniendo ángulos allí donde coincidían, hasta construir un cuadrado. Es cierto que éste sigue siendo un elemento cerrado, pero, a diferencia del círculo, en él hay esquinas, recovecos por los que la vida nos ha permitido circular, dejándonos desarrollar proyectos distintos que, a nuestro nivel, han sido sumamente enriquecedores. Hoy parece que los ángulos van cerrándose y las líneas comienzan a curvarse en busca de su posición inicial. Pero el paso de los años las han desgastado considerablemente y amenazan con quebrarse, o cerrarse tanto, que eliminarán el círculo o lo convertirán en un elemento tan reducido que no tendrá capacidad para sobrevivir. Y es una auténtica tragedia.
            En la primavera del año 2008, en las Aulas de la Experiencia de la Universidad Miguel Hernández, surgió el embrión de Caminos. A la sombra de los versos del poeta de Orihuela, un grupo de alumnos tomó la decisión de organizar un recital para cerrar el curso. “Me llamo barro” nos ilusionó tanto... Significó el inicio de la mayoría de nosotros no sólo en el conocimiento de Miguel Hernández, sino también en el conocimiento, en general, de la poesía y de nuestras posibilidades de recitarla en público. Fue un golpe a la timidez, un jarabe fundamental para crearnos autoestima. Y fue también un nexo de unión que nos hizo a todos mejores compañeros y más amigos. Miguel Hernández significó, en poco tiempo, mucho más que una ilusión: fue una realidad. Nos dio vida su poesía, haciendo vibrar nuestra sangre con la potencia real de su rayo.

“¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus rudas caballeras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores”.

            Tal fue nuestro entusiasmo al encontrarnos con la poesía, que decidimos organizar, para cerrar el curso siguiente -primavera del 2009- un nuevo recital. Sin renunciar a Miguel Hernández, de quien incluimos también algunos poemas, este recital contó también con la presencia de un amplio abanico de poetas españoles y sudamericanos. Al ser tan variopinta la obra seleccionada, al recital le llamamos “Caminos”. Con el cierre del curso se cerraba también el ciclo de dos años que la universidad programa, pero, de alguna manera, nosotros ya no estábamos dispuestos a dejar aquello con lo que nos habíamos compenetrado: la poesía. Es por lo que decidimos constituirnos en Asociación Cultural. Tuvimos la suerte que la universidad entendió que se trataba de una actividad que tenía cabida en su programación dedicada a los mayores, y nos permitió disponer de un aula para los ensayos. A la Asociación la llamamos CAMINOS, que fue el nombre del último recital representado.
            El año 2010 fue muy especial para nuestra Asociación. En él se celebraba el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, así que retomamos nuestro primer proyecto, “Me llamo barro”, lo mejoramos, y participamos en un buen número de actos en Elche y otros pueblos de los alrededores. Fue otra preciosa -y preciada- experiencia. Y a partir de ahí el círculo se cuadró y durante un buen número de años Caminos no dejó de crecer. Cada año con un proyecto nuevo: Benedetti, García Lorca, Versos del Pueblo, Por siempre el amor, Joan Manuel Serrat, La tribu del 27; Corazones y diamantes, Becquer... Todo esto sin renunciar a recordar a nuestro poeta-guía: Miguel Hernández, a quien cada año hemos dedicado un recital. En este tiempo la Asociación también ha editado una revista trimestral que ha venido publicándose puntualmente. Y en cuanto a técnicas, se ha modernizado con megafonía, sistemas de reproducción de sonido e imágenes y una página web que la conecta al mundo, mostrando las noticias y las imágenes de todo cuanto se hace.
            Con todo lo realizado y las perspectivas de lo que aún es posible realizar, ¿cómo puede entenderse la situación actual? ¿Por qué el círculo renace y se reduce? Tal vez la respuesta más fácil de aceptar sea que ha hecho mella el cansancio... o tal vez la vejez. Hay unos versos de Pablo Milanés que dicen: “El tiempo, el implacable, el que pasó; / siempre una huella triste nos dejó”. Pero también hay otros versos, como estos de Benedetti, que mueven a la esperanza: “No te rindas, aún estás a tiempo / de alcanzar y comenzar de nuevo, / aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, / liberar el lastre, retomar el vuelo”. Pero por encima de todos ellos, para Caminos, debería prevalecer el “Rayo que no cede ni se agota” de Miguel Hernández, el poeta que nos vio nacer.
            Una vez que he dejado la Asociación parece irónico instar a los que quedan a permanecer. Pero es que, aun desde fuera, mi corazón quedó ahí, anclado a Caminos. Si esto sirve de algo, quiero decir que salí para darle la oportunidad de caminar de nuevo después de tomar aliento, con otras personas, que sin duda las hay, que puedan aportar ideas nuevas y reiniciar la marcha tal vez de otra forma. Nadie es indispensable ni irreemplazable. Creo en Caminos y en su fuerza de reacción. En su fuerza de Rayo que no cesa. Y seguro que por esos caminos, de una manera u otra, nos volveremos a encontrar. ¡Fuerza, Caminos!

jueves, 12 de julio de 2018

TROZOS DE CULTURA, de Cándido Escribano


           El nacimiento de un libro siempre es una buena noticia. He tenido la oportunidad de leer el que ha publicado mi buen amigo Cándido Escribano. Él lo ha titulado Trozos de Cultura, y al respecto de lo que he leído quiero hacer algunas reflexiones. Cándido Escribano es, en mi opinión, un hombre culto, pero no es un intelectual. Su universidad es la tierra que ha trabajado, la roca que ha esculpido… la Naturaleza en su conjunto a la que ama con pasión. Por eso sus sentencias, aun careciendo de recursos retóricos, tienen sabor a barro y a piedra, a lluvia, a viento, a sol… tienen sabor a vida. Podemos coincidir o no con su modo de ver las cosas, pero estamos obligados, por lo menos a respetarlas, pues son reflexiones nacidas de la experiencia diaria, del análisis sencillo de un hombre que ha asumido su derecho a pensar y a expresar su pensamiento, y ello es muy loable.
            En el pasado, algunas civilizaciones ancestrales, con el fin de dirimir las controversias que pudieran surgir entre sus miembros, se acogían al veredicto del Consejo de Ancianos. Aquellos hombres tal vez no fueran los más inteligentes de la comunidad, pero ésta valoraba y respetaba la experiencia que habían adquirido a lo largo de sus vidas. Esta experiencia y el deseo de contarla, de no dejar que muera en el silencio del polvo que nos rodea, es la que otorga a Cándido Escribano la categoría de juez y parte para poder expresar sus pensamientos sobre todo aquello que le preocupa y que, en su opinión puede o debe cambiar para hacer la vida más llevadera. Su papel de hombre bueno que expresa libremente sus opiniones, se asemeja en mucho al de los Ancianos de las antiguas civilizaciones.
            En su libro, Cándido analiza aquellos trozos de cultura que son actualidad, merced a la labor de los medios de comunicación. En el capítulo titulado “Qué comemos hoy”, partiendo de las experiencias de los navegantes que descubrieron nuevos mundos y otras formas de alimentarse, acaba aterrizando en la realidad de cómo, en la alimentación que forma parte de nuestra cultura, influyen las campañas publicitarias, primando por encima del derecho a la salud de los ciudadanos, la estrategia de negocio de las grandes firmas. Con su voz fuerte y potente, exenta de academicismos. En capítulos posteriores continua Cándido explorando otros temas que le preocupan: la sangre, los colores, el fuego…, atreviéndose hasta con el que es, sin duda, uno de los más tratados hoy en los medios de comunicación: la violencia de género. Como en los demás, en este tema, podríamos hallar materia para un extenso debate, pero el fondo creo que encierra mucho de verdad. Prueba de ello la encontramos en el poema “Mujer madre de la vida”, en el que empieza diciendo: “Se puede decir con toda certeza  //  que la mujer es la madre de la vida.  //  Sólo ella tiene derecho  //  a preparar su tierra y su barbecho,  //  para que nazca lo que el hombre siembra”.
            El último capítulo del libro, lo dedica Cándido a hablar de “EL CAU”, el lugar, perdido entre las sierras de Elche, en que encontró el modo de relacionarse con las rocas, descubriéndose unos talentos escultóricos que ni él mismo conocía. Es en este capítulo donde el autor desnuda su personalidad y nos muestra, sin tapujos, la enorme humanidad que atesora.

            Sea bienvenido este libro, Trozos de cultura, y que con esta modesta bienvenida vaya también mi admiración y mi afecto para Cándido Escribano, un hombre verdaderamente sabio.

lunes, 30 de octubre de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ: El mito y el hombre


            Fue un 30 de octubre del año 1910. En una casa humilde de Orihuela, en el seno de una familia donde ya había varios hermanos, nació un niño. Ocurrió como solían ocurrir las cosas en aquellos tiempos: como todos sus hermanos, el niño nació en la casa. Los hospitales, las salas maternales, fueron un invento posterior, y aún más en los pueblos. Al niño le llamaron Miguel y, según contó él más adelante, no llego –como se suele decir- con un pan bajo el brazo, sino con tres heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida. Tal vez el padre pensara que un varón más en la familia era una buena cosa para compartir el trabajo, cuando tuviera edad para ello. Pero el buen hombre se equivocó, y es de suponer que lo pasaría muy mal viendo al hijo aficionarse a los libros cuando lo que les daba de comer era el pastoreo. Miguel, sin duda, también debió sufrir lo suyo. Desobedecer al padre no era una opción, y fue pastor. Pero no por eso dejó de soñar y de luchar por sus sueños.
            Para las personas que, como yo, carecemos de una información fehaciente, se nos hace muy difícil imaginar cómo pudo ser la niñez y la adolescencia de Miguel en el ambiente familiar, en su día a día. Es muy fácil acogerse a las cosas que dicen de él sus biógrafos y creerlas sin más: que si estudió en la escuela del Ave María, versión para pobres del colegio de Santo Domingo de la Compañía de Jesús; que si alimentó su precoz ser de poeta con los libros que le suministraba el canónigo D. Luis Almarcha, que si los colores de la huerta le inspiraron para escribir… Con datos como estos puede cada cual forjarse una imagen más o menos real, nutrirla con detalles propios y darle vida al mito. Pero, ¿en este mito que cada uno imaginamos, cuánto hay de la esencia “real” de Miguel Hernández? De lo que realmente pensaba, de cómo encausaba sus pensamientos, de lo que soñaba despierto y dormido.
            A veces pienso que nos acogemos al mito –es lo más cómodo- y desconocemos al ser. Así podemos hablar de aficiones literarias, de pastoreos bucólicos, de escrituras en la sierra o en la huerta, mientras las cabras destrozaban el habar de un enfurecido huertano. Es tan fácil esto… y es tan bonito… Pero entre tanta literatura, ¿dónde queda el pensamiento de Miguel Hernández? ¿Cómo fue posible el milagro de que la poesía germinara en un terreno tan poco propicio? Porque una vez nacida, con los cuidados que los biógrafos apuntan, se la pudo ayudar a crecer. Pero, ¿cómo y quién la sembró? Esto es para mí una incógnita que no consigo descifrar. Tal vez todo está en los libros y el problema es mío por no haberlos leído. Tendré que aplicarme en ello.

            En fin, hoy, 30 de octubre de 2017, al cumplirse el 107 aniversario del nacimiento de Miguel Hernández, he querido dejar un poco de lado sus poemas, que por suerte ya todo el mundo conoce y admira, para centrar mi pensamiento en los años de niñez y adolescencia en que se creó el germen del fututo poeta. Y mi escaso talento no ha sido capaz de desvelar el misterio. Porque la vida nace y muere con cada uno. Y estoy seguro que, después de 107 años, poco podrá decirse ya que no se haya dicho del mito, aunque, en mi opinión, creo que se ha dicho muy poco del hombre. Son esos detalles ocultos que nacieron y crecieron con él y que con él murieron. Porque nadie sabe más de una persona que ella misma, y sus secretos más íntimos mueren al cerrarse para siempre su ciclo vital.

martes, 28 de marzo de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ: 75 años de su muerte

























Estamos acostumbrados a las celebraciones: buenas o malas, da igual. El caso es celebrar. El de hoy es uno de esos días: 28 de marzo. Día en que murió el poeta Miguel Hernández.
            Los políticos, en todos sus estamentos (cultural, económico, turístico) decidieron señalar este año –al cumplirse en él el 75 aniversario de la muerte del poeta- como Año de Miguel Hernández, volcándose todos los entes en la organización de actos para celebrar el evento. El evento: ¿la muerte? Cualquier excusa es buena si la cifra es redonda, y el 75 parece que lo es.
            Quienes, haciendo un loable ejercicio de voluntad hayan conseguido leer hasta aquí, ya estarán pensando que también cualquier excusa es buena para criticar, y no les faltará la razón. El caso es que estoy dolido con la vida que le dieron al poeta. Y también con la muerte que le dieron. Y con el silencio a que lo quisieron castigar, primero a él (objetivo cumplido), y luego a su obra (objetivo imposible de conseguir). Y aunque todo ha evolucionado –también las ideologías- pienso yo que mucho de lo que hay sigue siendo lo mismo (hay cosas que no cambian). Y que en medio de gente de buena voluntad, que lucha por reivindicar la presencia del poeta en nuestra sociedad, se han colado otros que, sin importarles un bledo el poeta, buscan el rédito político: la implantación del circo para atraer turistas. Es lo que hay, o así lo veo yo.
            En cualquier caso, y a pesar de todo lo dicho, sea bienvenida esta celebración. Quiérase o no, de ella siempre se podrán extraer fragmentos positivos. La poesía, aun asociada a la muerte, sigue siendo poesía. Y el poeta –Miguel Hernández- como absoluto protagonista, continuará cimentando su inmortalidad. Inmortalidad ganada a pulso con cada suspiro hecho poesía, con cada verso hecho vida.
            Recordémosle así: cada día. Desde que nació poeta y nos nutrió con su cálido aliento. ¿El 75 aniversario?: bien está. Pero también el 76, el 77 i todos los que cada uno consigamos alcanzar. Todos igual de importantes, igual de redondos. Todos, como sus versos, igual de bellos.

SONETO FINAL

            Por desplumar arcángeles graciales,
            la nevada lilial de esbeltos dientes
            es condenada la llanto de las fuentes
            y al desconsuelo de los manantiales.

            Por difundir su alma en los metales,
            para dar el fuego al hierro sus orientes,
            al dolor de los yunques inclementes
            lo arrastran los herreros torrenciales.

            Al doloroso trato de la espina,
            al fatal desaliento de la rosa
            y a la acción corrosiva de la muerte

            arrojado me veo, y tanta ruina
            no es por otra desgracia ni por otra cosa
            que por quererte y sólo por quererte.

jueves, 29 de diciembre de 2016

¡ADIOS, 2016! ¡HOLA, 2017!


            Hoy, 29 de diciembre, estamos a muy pocos días de decirle adiós a 2016 y ¡hola! a 2017. A veces no es fácil resumir qué ha significado el paso de un año en nuestras vidas, ni qué esperamos –o soñamos- para el próximo año. Generalmente, al hacer un resumen, acostumbramos a poner en valor los puntos negros. Es fácil ser pesimistas. O todo lo contrario: destacamos todo aquello más positivo que nos ha sucedido; en ese caso somos triunfalistas. El blanco y el negro. La luz y la obscuridad. Renunciamos en ese momento a toda una gama de grises que son, sin duda, aquellas cosas pequeñas que dan salsa a la vida, las más numerosas, las que ocupan más espacio. ¿Qué lugar ha ocupado CAMINOS en nuestra vida, en este año que termina?
            Es cierto que cada uno de nosotros tiene su propio guión: situación personal, salud, familia… Colocar a nuestra Asociación, dándole un papel en ese guión no es fácil. En ocasiones seguramente habrá supuesto una carga. Otras veces habrá servido para dejar aparcados otra serie de problemas, centrándonos en aquello que nos gusta: la poesía. En este ambiente de inconcreción, le han ocurrido muchas cosas a CAMINOS en este año que termina: lo iniciamos con un Taller de Teatro, sin dejar de representar, hasta el mes de marzo, el Recital MEDITERRÁNEO (tres recitales en distintos pueblos). Poco a poco el Taller se fue transformando para empezar a darle cuerpo a un nuevo guión: LA TRIBU DEL 27, que empezamos a representar después del verano con cuatro recitales. En noviembre celebramos el DIA DE MIGUEL HERNÁNDEZ, y cerramos diciembre con dos nuevas representaciones de MEDITERRANEO. En total, diez recitales. A esto hemos de sumarle 35 jornadas formativas de ensayo y taller. Redacción, maquetación e impresión de nuestra Revista CAMINOS. Redacción, maquetación e impresión de programas y carteles para los recitales. Mantenimiento y puesta al día de nuestra página web. Algunos escritos en este blog… Aunque no acostumbremos a darle la importancia que merece, a pesar de ser muy importante en la preparación de los recitales, de un modo tal vez demasiado discreto, han asumido un protagonismo que era muy necesario los técnicos de CAMINOS. Ellos visitan cada sala antes del recital y dan soluciones para que los actores se luzcan y gane enteros el colectivo. Para ellos, muy especialmente, mi agradecimiento. Y de entre los técnicos, independientemente de su modo de ejercer, un recuerdo muy especial al que nos dejó: Antonio García. Por encima de todo, un amigo irreemplazable.
            Ha supuesto también este año la nueva experiencia de trabajar con un director profesional. Ojalá encontremos los medios necesarios para poder seguir contando con él. Creo que aprendemos no sólo argumentos actorales. También humanos, de convivencia, de asumir nuestro papel dentro y fuera de este grupo.
            En fin, estas cosas que han llenado una parte de nuestras vidas en este año, ¿son pequeñas o grandes cosas? Tal vez sea esa inmensa gama de grises sin la que no es posible dar un correcto sentido a la vida. Pero estoy seguro que, de alguna manera, nos han hecho crecer… y caminar. Sin lugar a dudas hemos aportado nuestro humilde grano de arena para ofrecer a la sociedad algo tan simple como esto: CULTURA. El resultado ya lo sabemos. La cultura no es mayoritaria, no siempre gusta. Pero sin ella no se puede vivir. El mundo perdería un rasgo fundamental. He ahí la importancia de nuestra humilde acción. Y a pesar de vernos solos muchas veces, llenando las salas con nuestra propia presencia, sería importante el no desmayar, el ser conscientes de nuestra labor, el mejorarla, pulirla y amarla. Y decirle a 2017: ¡Hola Año Nuevo! Estamos aquí con las mismas ideas, más fuertes aún si cabe, para seguir por ese camino. Como dijo Mario Benedetti, sin rendirnos:

            “No te rindas, por favor, no cedas,
            Aunque el frío queme,
            Aunque el miedo muerda,
            Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
            Aún hay fuego en tu alma,
            Aún hay vida en tus sueños.
            Porque cada día es un comienzo nuevo.
            Porque esta es la hora y el mejor momento.
            Porque no estás solo, porque yo te quiero”.

            Tampoco quiero olvidar, porque es muy necesario que esté presente en nuestro día a día, el impulso que nos propone Joan Manuel Serrat, un hombre de nuestro tiempo, de nuestra edad:

            “Fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys
            i encara tinc força,
            i no tinc l’ànima morta
            i em sento bullir la sang”.


            Con este bagaje de amor por la poesía, despedimos 2016 y saludamos la entrada de 2017. Ojalá que el nuevo año siga proponiéndonos argumentos para caminar unidos en un proyecto común que nos hace más libres y más humanos. Así sea.

sábado, 2 de julio de 2016

VERANO

            Ya hace días que llegó el verano, sin embargo parece que esto no es así hasta que julio hace acto de presencia. En Santa Pola se nota doblemente: el sol calienta más y el pueblo va siendo ocupado por los visitantes. La playa ya está llena de parasoles de vistosos colores, la mar se ofrece acogedora a quienes la buscan, y todo cambia en nuestros planteamientos, en nuestro modo de vida. Es verano, tiempo de relax… o no.
            Hoy, a mí me apetecía quedarme en casa, refugiado en mis libros, en mi ordenador, intentando poner en orden mis ideas. Miro hacia la calle, y pienso: qué lástima, me estoy perdiendo un hermoso día de sol. Pero recapacito y me digo: qué suerte. Poder estar con mis cosas, mis poesías… los recitales de mi grupo.
            El pasado jueves, Caminos dio carpetazo al curso. Todo se deja para septiembre. Pero el trabajo está hilvanado y ya hay tres recitales comprometidos. “La tribu del 27” va a suponer uno de los retos más difíciles a que nos hemos enfrentado hasta ahora. Son poesías complejas y, entenderlas, no está al alcance de todos. En su conjunto, sin embargo, hay tal contenido de palabras, de ideas… en definitiva: de poesía de altísima calidad, que para nosotros representa un auténtico privilegio no sólo recitarlas, sino sumergirnos en ellas, conocerlas y seguir aprendiendo.
            JORGE GUILLÉN  nos habla de la vida… y de la muerte. PEDRO SALINAS, como no podía ser de otra manera, nos habla del amor. Con GERARDO DIEGO navegamos el “Río Duero”. Y llegamos hasta VICENTE ALEIXANDRE con quien visitamos las profundidades del alma humana, en esa “Mina” ignota y profunda tan inaccesible como cercana: “Dejadme, sí, dejadme cavar, cavar sin tregua, / cavar hasta ese nido caliente o plumón tibio, / hasta esa carne dulce donde duermen los pájaros, / los amores de un día cuando el sol luce fuera”. Más adelante, LUIS CERNUDA nos muestra otro concepto del amor. Después nos reencontramos con FEDERICO GARCÍA LORCA. Ya hemos estado con él en otras ocasiones. Ahora, junto con “Alma ausente”, nos internamos por las calles nocturnas de Brooklyn en la “Ciudad sin sueño”. Y, así mismo, compartimos los personajes femeninos que tan bien supo definir, con la escena final de “Doña Rosita la soltera”, cuando la rosa de la vida se comienza a deshojar. Siguiendo este itinerario tan apasionante, nos encontramos con DAMASO ALONSO inmerso en un mundo en que los “Monstruos” todo lo devoran. Luego RAFAEL ALBERTI nos habla del mar. ERNESTINA DE CHAMPOURCIN pone la nota femenina con sus poemas de amor, llenos de sensibilidad. Y se cierra el recital con MIGUEL HERNÁNDEZ recordando a Aleixandre y Lorca. Los textos narrativos son de FRANCISCO UMBRAL, y el vídeo de presentación, donde se glosa la extraordinaria labor de las Misiones Pedagógicas, ha estado realizado por nuestro director ANTONIO VICENTE CHINCHILLA.

            Recordar todo esto, aun haciéndolo de un modo tan superficial, ciertamente me emociona. He mencionado los poetas con los que estamos trabajando, y algunas de las poesías escogidas, pero no todas por no alargarme demasiado. Es un recital hermoso, con el que sin duda vamos a crecer. Es un recital por el que merece la pena perderse este día de julio, lleno de sol y de bañistas. Porque también se crece hacia adentro, como crece la mar. ¿Veis qué hermosa es? Hasta las piedras de la cala contribuyen a adornarla. Así es también la poesía: eterna e inmensa como la mar.

sábado, 14 de mayo de 2016

HA MUERTO UN AMIGO, SE HA ROTO UN PAISAJE

            El pasado martes, 10 de mayo de 2016, murió ANTONIO GARCÍA. Y ya nada es igual en la Asociación Cultural Caminos. Como en las ciudades, o en cualquier rincón, da igual si transitado o recóndito, si desaparece un árbol o un edificio o una seña emblemática que lo caracterizara, el paisaje se rompe, como se rompe el alma de quienes añoraran la presencia de lo que ya nunca estará allí. Antonio se fue discretamente, del mismo modo que vivió con nosotros. Y con nosotros estuvo desde el principio, y aun antes. Él nunca recitó ni hizo teatro, ¿qué pintaba, pues, en este grupo? Sin embargo nunca desentonó, y cuando acudíamos a un ensayo, si no estaba, se notaba su ausencia. Nunca dirigió un recital, pero estaba allí, no para brillar deslumbrando a nadie, sino para ayudar tan discretamente que apenas se notaba, pero era hermoso verlo involucrarse, sentirse parte de cada proyecto, ser uno más con quien se podía contar para lo que hiciera falta. Finalmente fue “el técnico”, sin importar demasiado qué hiciera ni cómo lo hiciera. Hay un montón de anécdotas que se podrían contar, pero esto queda en el recuerdo personal de cada uno, para provocarnos al evocarlas una sonrisa de añoranza. Han sido las vivencias en su conjunto lo realmente importante, las emociones que en estos años hemos compartido. Yo sé que él vivió cada recital, cada avatar de esta asociación, como algo propio, quizás con más intensidad que otros que asumíamos un papel actoral. Y me consta porque lo hablé con él, y me siento orgulloso y muy afortunado por haber merecido su amistad y por no tener que buscar ahora palabras huecas para llenar este espacio. No es preciso. Sólo poner el recuerdo real es suficiente.
            En su funeral, en la Basílica de Santa María, intentamos recitar la Elegía, de Miguel Hernández, pero el sacerdote no lo permitió. Da igual –pensamos- pero no es cierto: no da igual. Antonio ya no podría escucharla, es cierto, pero se merecía ese pequeño homenaje que en otras circunstancias seguro que le hubiera entusiasmado y emocionado. Una vez más, topamos con la iglesia. Esta muestra de intransigencia, sin embargo, la dejamos a un lado –no olvidada sino aparcada- para centrarnos en nuestro personal y particular adiós al amigo que nos ha dejado ahora un paisaje incompleto. Nos queda, eso sí, el saber que nunca morirá del todo mientras nosotros vivamos, que siempre habrá en nuestro grupo, un espacio para él. Y le digo hasta luego ahora con unas palabras de Miguel Hernández que estoy seguro que podríamos compartir, y que honestamente nadie puede prohibirme que diga:

“A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero”.