sábado, 16 de mayo de 2009

Cerrando un ciclo


El día 25 de junio de 2008 comenzó un ciclo que ahora, cuando faltan unos días para que se cumpla el año, vamos a cerrar. "Me llamo barro" va a dejar de existir, pero no muere el espíritu que lo engendró. La llama sigue encendida iluminándonos, dándonos calor, haciéndonos sentir vivos. En este tiempo la poesía nos ha nutrido y hemos crecido con ella, y nos hemos expandido. Algo ha cambiado en nosotros: hemos aprendido... a caminar y, siguiendo los itinerarios propuestos por los poetas, hemos descubierto "Caminos" nuevos que nos han ayudado a conocer maravillosos paisajes de poesía.

Una vez terminado el curso en la Universidad, donde nos hemos iniciado, el grupo, lejos de desaparecer, se convierte en la Asociación Cultural "Caminos". Un nuevo reto. Una ilusión nueva. Pero también una incógnita. Lo que seamos capaces de hacer dependerá en buena parte de nosotros mismos. Nos hemos emancipado y ya no nos podemos acoger a la sombra -grande y poderosa- de la universidad, ni culparla a ella de nuestras carencias, cuando las ha habido. Ahora somos nosotros y, para lo bueno y para lo malo, de nosotros depende, de nuestra capacidad, de nuestra fuerza, de nuestra ilusión. Avanzaremos por esos "Caminos" si lo hacemos unidos en un proyecto común, y los llenaremos de luz con las palabras adecuadas que sólo los poetas proponen. Comencemos a andar. Dejemos vencida a la sombra. Porque la luz es posible por estos "Caminos", los nuestros. La lucha contra la Eterna Sombra, de Miguel Hernández, nos indica que siempre hay un rayo de sol que la puede vencer.

ETERNA SOMBRA

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.

Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha.
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

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