martes, 28 de octubre de 2008

Gustavo Adolfo Bécquer

Dentro de las habituales contradicciones de nuestro modo de ser, unas veces asumimos la ternura y el romanticismo como un sentimiento ideal; otras veces parece que nos avergonzamos de ello, como si fuera esto una muestra de debilidad o un sentimiento viejo y trasnochado. Es cierto, sin embargo, que el romanticismo existe y que tal vez sea uno de los sentimientos más nobles que podemos experimentar. Gracias a él, idealizamos a la persona amada y nos sentimos completamente integrados a ella. Si el amor romántico es puro y correspondido, eleva el alma hasta cotas antes insospechadas y, por supuesto, hace aflorar las virtudes del mismo modo que ayuda a superar otras carencias. El mundo, en estas condiciones es más amable, más amenos, más soportable. Es, sin duda, mejor.

Para expresar este sentimiento con palabras -si es que con palabras se pueden expresar los sentimientos- nadie hay mejor que los poetas. Sólo ellos, con sus metáforas, son capaces de hallar la palabra exacta que exprese amor -o desamor-. Entre otros, Alberti y Neruda han dejado un amplio bagaje de poesía romántica. Pero creo que nadie ha profundizado tanto en el sentimiento más puro, como Gustavo Adolfo Bécquer. Un poeta de vida corta (34 años) cuyos versos nos han acompañado siempre en los momentos más dulces de nuestra adolescencia y que siguen estando presentes cada vez que un sentimiento de ternura nos afecta.

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
nadie así te amará.

Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla el 17 de Febrero de 1836 y murió en Madrid el 22 de Diciembre de 1870. Aunque lo que más conocemos de él son sus rimas, su producción literaria abarca muchas otras facetas: escribió en revistas, publicó libros y escribió, así mismo, comedias e incluso alguna zarzuela. Su vida fue azarosa y, como hemos dicho, corta, demasiado corta. En Wikipedia, de donde he sacado la fotografía, puede verse una buena biografia, para quien tenga la curiosidad de conocerle mejor. Creo que merece la pena.

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