Al principio
fue el círculo, y por él comenzamos a caminar de un modo inconsciente, sin
percatarnos que el paisaje, una y otra vez, se repetía. Pero no duró demasiado
aquella situación. Como suele ocurrir, en todos o en parte de los miembros del
grupo, apareció la necesidad de intentar ampliar el paisaje o de buscar
paisajes nuevos que cambiaran la perspectiva y, poco a poco, poniendo mucho
esfuerzo y una buena dosis de voluntad, fuimos enderezando las líneas del
círculo y poniendo ángulos allí donde coincidían, hasta construir un cuadrado.
Es cierto que éste sigue siendo un elemento cerrado, pero, a diferencia del
círculo, en él hay esquinas, recovecos por los que la vida nos ha permitido
circular, dejándonos desarrollar proyectos distintos que, a nuestro nivel, han
sido sumamente enriquecedores. Hoy parece que los ángulos van cerrándose y las
líneas comienzan a curvarse en busca de su posición inicial. Pero el paso de
los años las han desgastado considerablemente y amenazan con quebrarse, o
cerrarse tanto, que eliminarán el círculo o lo convertirán en un elemento tan
reducido que no tendrá capacidad para sobrevivir. Y es una auténtica tragedia.
En la primavera
del año 2008, en las Aulas de la Experiencia de la Universidad Miguel
Hernández, surgió el embrión de Caminos. A la sombra de los versos del poeta de
Orihuela, un grupo de alumnos tomó la decisión de organizar un recital para
cerrar el curso. “Me llamo barro” nos ilusionó tanto... Significó el inicio de
la mayoría de nosotros no sólo en el conocimiento de Miguel Hernández, sino
también en el conocimiento, en general, de la poesía y de nuestras
posibilidades de recitarla en público. Fue un golpe a la timidez, un jarabe
fundamental para crearnos autoestima. Y fue también un nexo de unión que nos
hizo a todos mejores compañeros y más amigos. Miguel Hernández significó, en
poco tiempo, mucho más que una ilusión: fue una realidad. Nos dio vida su
poesía, haciendo vibrar nuestra sangre con la potencia real de su rayo.
“¿No
cesará este rayo que me habita
el
corazón de exasperadas fieras
y
de fraguas coléricas y herreras
donde
el metal más fresco se marchita?
¿No
cesará esta terca estalactita
de
cultivar sus rudas caballeras
como
espadas y rígidas hogueras
hacia
mi corazón que muge y grita?
Este
rayo ni cesa ni se agota:
de
mí mismo tomó su procedencia
y
ejercita en mí mismo sus furores.
Esta
obstinada piedra de mí brota
y
sobre mí dirige la insistencia
de
sus lluviosos rayos destructores”.
Tal fue
nuestro entusiasmo al encontrarnos con la poesía, que decidimos organizar, para
cerrar el curso siguiente -primavera del 2009- un nuevo recital. Sin renunciar
a Miguel Hernández, de quien incluimos también algunos poemas, este recital
contó también con la presencia de un amplio abanico de poetas españoles y
sudamericanos. Al ser tan variopinta la obra seleccionada, al recital le
llamamos “Caminos”. Con el cierre del curso se cerraba también el ciclo de dos
años que la universidad programa, pero, de alguna manera, nosotros ya no
estábamos dispuestos a dejar aquello con lo que nos habíamos compenetrado: la
poesía. Es por lo que decidimos constituirnos en Asociación Cultural. Tuvimos
la suerte que la universidad entendió que se trataba de una actividad que tenía
cabida en su programación dedicada a los mayores, y nos permitió disponer de un
aula para los ensayos. A la Asociación la llamamos CAMINOS, que fue el nombre
del último recital representado.
El año 2010
fue muy especial para nuestra Asociación. En él se celebraba el centenario del
nacimiento de Miguel Hernández, así que retomamos nuestro primer proyecto, “Me
llamo barro”, lo mejoramos, y participamos en un buen número de actos en Elche
y otros pueblos de los alrededores. Fue otra preciosa -y preciada- experiencia.
Y a partir de ahí el círculo se cuadró y durante un buen número de años Caminos
no dejó de crecer. Cada año con un proyecto nuevo: Benedetti, García Lorca,
Versos del Pueblo, Por siempre el amor, Joan Manuel Serrat, La tribu del 27;
Corazones y diamantes, Becquer... Todo esto sin renunciar a recordar a nuestro
poeta-guía: Miguel Hernández, a quien cada año hemos dedicado un recital. En
este tiempo la Asociación también ha editado una revista trimestral que ha
venido publicándose puntualmente. Y en cuanto a técnicas, se ha modernizado con
megafonía, sistemas de reproducción de sonido e imágenes y una página web que
la conecta al mundo, mostrando las noticias y las imágenes de todo cuanto se
hace.
Con todo lo
realizado y las perspectivas de lo que aún es posible realizar, ¿cómo puede
entenderse la situación actual? ¿Por qué el círculo renace y se reduce? Tal vez
la respuesta más fácil de aceptar sea que ha hecho mella el cansancio... o tal
vez la vejez. Hay unos versos de Pablo Milanés que dicen: “El tiempo, el
implacable, el que pasó; / siempre una huella triste nos dejó”. Pero también
hay otros versos, como estos de Benedetti, que mueven a la esperanza: “No te
rindas, aún estás a tiempo / de alcanzar y comenzar de nuevo, / aceptar tus
sombras, enterrar tus miedos, / liberar el lastre, retomar el vuelo”. Pero por
encima de todos ellos, para Caminos, debería prevalecer el “Rayo que no cede ni
se agota” de Miguel Hernández, el poeta que nos vio nacer.
Una vez que
he dejado la Asociación parece irónico instar a los que quedan a permanecer.
Pero es que, aun desde fuera, mi corazón quedó ahí, anclado a Caminos. Si esto
sirve de algo, quiero decir que salí para darle la oportunidad de caminar de
nuevo después de tomar aliento, con otras personas, que sin duda las hay, que
puedan aportar ideas nuevas y reiniciar la marcha tal vez de otra forma. Nadie
es indispensable ni irreemplazable. Creo en Caminos y en su fuerza de reacción.
En su fuerza de Rayo que no cesa. Y seguro que por esos caminos, de una manera
u otra, nos volveremos a encontrar. ¡Fuerza, Caminos!