viernes, 17 de junio de 2011

Fin de Curso



Quien desde la fotografía nos contempla con unos ojos en los que se refleja toda la curiosidad que su mente es capaz de sentir, es Maraca, una pequeña gata traviesa y juguetona que conocí en Madrid. Cada movimiento que se produce a su alrededor, es captado por su inquisitiva mirada y procesado de inmediato para darle sentido. Tal vez sus sensaciones estén limitadas a escasos registros: alegría y temor y puede que poco más. No sé si es suficiente para vivir. Puede que sí. Distinguir lo que es bueno; aprovecharlo para jugar y gozar. Rechazar lo que es malo, lo que nos ensucia la vida, lo que nos embrutece, lo que nos pervierte, lo que –en definitiva- nos puede perjudicar. No parece complicado, visto así, desde la luminosa mirada de un gato. Sin embargo, es tan fácil equivocarse, confundir el blanco con el gris o con un amarillo poco realzado... Confundir mal con bien y crear equívocos... y hacer daño... o recibirlo. O acertar y gozar momentos de alegría, de comprensión, de autoestima, de ilusión compartida, de Amistad que nos une gota a gota hasta formar un mar hermoso que nos hace sentir vivos, que nos nutre y nos mantiene a flote: que nos salva.

Tendría que explicar ahora por qué he escrito todo esto, pero no puedo. Ha surgido de forma espontánea, sin una clara motivación. En principio escogí la fotografía de Maraca porque en sus ojos –no sé si la hay- creí ver inocencia y mucha curiosidad. Y estas dos cualidades pretendí vincularlas al grupo de personas que formamos el colectivo “Caminos”. Un grupo que nos iniciamos en la poesía, creo que con mucha curiosidad e inocencia, y que ahora acabamos de cerrar el curso, aunque ya estamos imaginando proyectos para iniciar otro nuevo. Del mismo modo que un ser vivo nace y descubre y desentraña los misterios que le rodean, y crece, así nosotros hemos ido creciendo en el conocimiento de aquello que nos gusta y en la sensibilidad necesaria para interpretarlo y mostrarlo a nuestro entorno, a la parcela de sociedad que ha querido escucharnos. Así, hemos terminado el curso conociendo y dando a conocer a Mario Benedetti, una experiencia nueva que hemos sabido asimilar abriendo mucho los ojos –como la pequeña Maraca- y cada celda de nuestro cerebro. Y hemos avanzado y crecido (qué lejos quedan ya los inicios, en 2008). También hemos intentado mejorar nuestras técnicas interpretativas con el Taller de Teatro. Un taller que nos ha dejado hambre de más y que haremos lo posible por continuar. Nos lo pide nuestro sentido, nuestra gana de ser y de aprender. En septiembre, segunda parte. Y a continuar caminando y creciendo. Es la vida. Ojalá nunca perdamos –como los ojos de Maraca- esa luz que nos hace captar todo cuanto amamos. Que nos hace sentir libres.