miércoles, 27 de junio de 2012

Con tristeza, desde la frustración y la impotencia


Acabo de oír la noticia emitida por la emisora de radio local. Por fin va a consumarse el destierro: el legado de Miguel Hernández va a ser trasladado a Quesada (Jaén), localidad donde nació Josefina Manresa, esposa del poeta. Josefina Manresa, la que un día dispuso que este legado permaneciera en Elche, su pueblo de adopción, y cuya memoria ha sido claramente vulnerada no sé si por algunos... o por todos, aunque esto poco importa ya. Desde que empezó la controversia (legado sí, legado no) son muchas las declaraciones que han podido leerse y escucharse, todas ellas llenas de razones... de razones económicas. Razones económicas que, en algunos casos, dejaban rezumar un apestoso vaho político. Todas estas razones –TODAS- no sirven para enmascarar la más triste de las realidades: la dejadez mostrada por los estamentos culturales (si es que los hay) y la indiferencia de la sociedad en su conjunto, a quien interesa mucho más –inmensamente más- el que no prohíban el lanzamiento de “carretillas” en las fiestas, que este tema menor de un legado que, al parecer piensan que sólo serviría para enriquecer a unos señores y para endeudar a la ciudad. Sé que ahora se levantarán voces de rebeldía, voces donde predominará la impotencia (hasta podría decir sus nombres) de no poder hacer nada, de que todo su esfuerzo de muchos años ha sido en vano. Entre tanto, quienes deciden, se reirán, mientras que esperan brevemente que el tiempo cicatrice la herida. Yo, que entiendo muy poco de componendas político-económicas, pensaba en mi ignorancia, que tal vez la Universidad, que lleva el nombre del poeta, haría prevalecer su peso –no político- para gestionar, con toda dignidad ese patrimonio. No sé si eso sería posible, pero lo cierto es que no he escuchado ni leído semejante posibilidad. Y me pregunto: ¿dónde mejor, que en la universidad, para custodiarse, estudiarse y difundirse estos materiales? Pero la universidad, no sé con qué criterios, no habla. En su silencio, ¿hay también razones políticas? Si así fuera, con buen criterio, debería cambiar su nombre. Elche va a ver, indiferente el nuevo destierro del poeta. Como la historia se repite, mantendrá la misma actitud que mantuvo cuando, en otro tiempo, vendieron la Dama de Elche. Y es posible que, quienes puedan verlo, asistan dentro de un tiempo al triste espectáculo de pedir que les dejen gozar temporalmente de un patrimonio al que han renunciado, del mismo modo que ahora pide el regreso de la Dama que vendieron. Tiempo al tiempo.
Miguel Hernández vuelve a Jaén, a cuyos olivares cantó con toda la fuerza de su poesía. Tal vez ésta fuera para él una buena noticia. Porque uno ha de estar donde se le respeta y estima. Y Elche, salvando honrosísimas excepciones, no ha estado a la altura.


ACEITUNEROS


Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?



No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.



Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.



Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.



Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?



Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.



No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.



Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.



¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!



Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?



Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.



Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.