El nacimiento de un libro siempre es
una buena noticia. He tenido la oportunidad de leer el que ha publicado mi buen
amigo Cándido Escribano. Él lo ha titulado Trozos
de Cultura, y al respecto de lo que he leído quiero hacer algunas
reflexiones. Cándido Escribano es, en mi opinión, un hombre culto, pero no es
un intelectual. Su universidad es la tierra que ha trabajado, la roca que ha
esculpido… la Naturaleza en su conjunto a la que ama con pasión. Por eso sus
sentencias, aun careciendo de recursos retóricos, tienen sabor a barro y a
piedra, a lluvia, a viento, a sol… tienen sabor a vida. Podemos coincidir o no
con su modo de ver las cosas, pero estamos obligados, por lo menos a
respetarlas, pues son reflexiones nacidas de la experiencia diaria, del
análisis sencillo de un hombre que ha asumido su derecho a pensar y a expresar
su pensamiento, y ello es muy loable.
En el pasado, algunas civilizaciones
ancestrales, con el fin de dirimir las controversias que pudieran surgir entre
sus miembros, se acogían al veredicto del Consejo de Ancianos. Aquellos hombres
tal vez no fueran los más inteligentes de la comunidad, pero ésta valoraba y
respetaba la experiencia que habían adquirido a lo largo de sus vidas. Esta
experiencia y el deseo de contarla, de no dejar que muera en el silencio del
polvo que nos rodea, es la que otorga a Cándido Escribano la categoría de juez
y parte para poder expresar sus pensamientos sobre todo aquello que le preocupa
y que, en su opinión puede o debe cambiar para hacer la vida más llevadera. Su
papel de hombre bueno que expresa libremente sus opiniones, se asemeja en mucho
al de los Ancianos de las antiguas civilizaciones.
En su libro, Cándido analiza
aquellos trozos de cultura que son actualidad, merced a la labor de los medios
de comunicación. En el capítulo titulado “Qué comemos hoy”, partiendo de las
experiencias de los navegantes que descubrieron nuevos mundos y otras formas de
alimentarse, acaba aterrizando en la realidad de cómo, en la alimentación que
forma parte de nuestra cultura, influyen las campañas publicitarias, primando
por encima del derecho a la salud de los ciudadanos, la estrategia de negocio
de las grandes firmas. Con su voz fuerte y potente, exenta de academicismos. En
capítulos posteriores continua Cándido explorando otros temas que le preocupan:
la sangre, los colores, el fuego…, atreviéndose hasta con el que es, sin duda,
uno de los más tratados hoy en los medios de comunicación: la violencia de
género. Como en los demás, en este tema, podríamos hallar materia para un
extenso debate, pero el fondo creo que encierra mucho de verdad. Prueba de ello
la encontramos en el poema “Mujer madre de la vida”, en el que empieza
diciendo: “Se puede decir con toda certeza
// que la mujer es la madre de la
vida. //
Sólo ella tiene derecho // a preparar su tierra y su barbecho, //
para que nazca lo que el hombre siembra”.
El último capítulo del libro, lo
dedica Cándido a hablar de “EL CAU”, el lugar, perdido entre las sierras de
Elche, en que encontró el modo de relacionarse con las rocas, descubriéndose unos
talentos escultóricos que ni él mismo conocía. Es en este capítulo donde el
autor desnuda su personalidad y nos muestra, sin tapujos, la enorme humanidad
que atesora.
Sea bienvenido este libro, Trozos de cultura, y que con esta
modesta bienvenida vaya también mi admiración y mi afecto para Cándido
Escribano, un hombre verdaderamente sabio.