lunes, 24 de octubre de 2011

Tropezar dos veces...


Sé que no somos perfectos, faltaría más. Sé que, como humanos que somos, estamos sujetos a la posibilidad de equivocarnos, de confundir con negro lo que sólo era gris. Sí, muchas veces nos equivocamos y, como justificación, solemos decir que es de humanos equivocarse. Es este un tópico al que nos aferramos para disimular nuestra incapacidad. Pero no sería justo pensar que todo lo humano es sinónimo de imperfecto. Tenemos la capacidad de crear y también la de aprender de nuestros propios errores, para que estos no vuelvan a suceder. Reiterarnos más de una vez en el mismo error, sí que significa estar abonados a la estupidez o, al menos, tener muchas opciones a ella. Y digo “estupidez” por emplear un término amable y que no comprometa demasiado. Analicemos ahora dos hechos que pueden suponer para una ciudad –y por lo tanto para sus habitantes- el tropezar dos veces con la misma piedra, demostrando una consistencia mental muy poco recomendable (sé que muchos, justamente, podrán sentirse ofendidos por esta afirmación, pero los hechos son los que son, y con ellos se escribe la historia de un pueblo. Y la historia, desgraciadamente sólo analiza los hechos en su conjunto, y no a tiende a la capacidad moral de las personas que no estuvieron de acuerdo con estos ellos, o que no tuvieron cualidades o posibilidades para impedirlos).

Hace ya muchos años, la ciudad de Elche saltó a la palestra de las noticias relevantes: un modesto agricultor, realizando sus tareas en el campo, había encontrado un busto excepcional, que a través de los siglos la tierra se había encargado de custodiar: La Dama de Elche. Ya se ha hablado mucho de esto, y lo han hecho personas infinitamente más cualificadas que yo. La historia está escrita y, por suerte, al alcance de todos quienes quieran conocerla. Este busto, al que se le dio el nombre de Elche, fue entonces vendido, tal vez porque se desconocía su auténtico valor que, poco a poco, fue siendo patente. Por suerte, España consiguió recuperarlo, pero Elche –en concreto- no. La Dama, con el nombre de Elche, una señal inequívoca de la identidad de este pueblo, sólo ha venido aquí de visita y... gracias. Políticos e intelectuales han puesto muchas veces el grito en el cielo ante lo que en ocasiones afirman, es una injusticia. “La Dama a Elche”, fue una reivindicación que puso, hace unos años, en pie a todo el pueblo. “Que vuelva a Elche su Dama”, dicen los versos de una conocida habanera. “Tiene su alma altruista / tiene su Dama universal”, cantamos siempre en otra querida habanera: “Aromas ilicitanos”, elevada al rango, me atrevería a decir, de segundo himno de la ciudad. Sin embargo, lo cierto es que aparte de los versos emotivos de estas u otras canciones o de las demagógicas soflamas de intelectuales políticos con discurso interesado, el hecho incuestionable es que la Dama de Elche no está en Elche porque en su día fue vendida, porque el pueblo no supo apreciar su valor, porque los
propietarios estimaron más el dinero que percibieron que el caudal de historia y de cultura del que se desprendieron y del que despojaron a la ciudad. Aquel fue un error que no debería volver a producirse por el bien de la ciudad. Pero, por desgracia, parece que la lección no se ha aprendido. Y, de nuevo, volvemos a tropezar con la misma piedra.

Hace unos años, Josefina Manresa, viuda del insigne poeta oriolano Miguel Hernández, vino a vivir a Elche. Con ella trajo un enorme caudal de material del poeta: cartas, versos, libros, fotografías... Todo un legado de incuestionable valor que intelectuales y políticos de la ciudad consiguieron de la viuda que los depositara aquí. Más tarde, al celebrarse el centenario del nacimiento del poeta, sus herederos y el consistorio municipal firmaron un contrato que había de convertir a la ciudad, durante al menos veinte años más, como depositaria del legado, al tiempo que ésta –la ciudad- se vería enriquecida con la creación de un Centro de Estudios Hernandianos que contribuiría, fundamentalmente, a elevar su nombre y su categoría, como así ha sido a lo largo de todas las actuaciones: congresos, exposiciones, conciertos... que se han realizado en toda España y en muchos otros países durante el año 2010 (año del centenario). Si ya lo estuvo mucho antes, durante este tiempo Elche ha estado vinculada al poeta. Y ha crecido en la medida que se le rendían infinidad de homenajes. La Universidad, con sede central en Elche, lleva con toda justicia el nombre de Miguel Hernández. Hoy puede decirse con toda claridad que la injusticia que se cometió con Miguel Hernández, estaba siendo reparada. Pero Elche ha vuelto a tropezar. Las autoridades municipales, al socaire de la crisis económica, han anulado el contrato firmado y han arrojado el legado de Miguel Hernández fuera de la ciudad. Hoy, ya todos sabemos, por desgracia, que lo de la crisis económica es un hecho incuestionable. ¿Pero lo es hasta el punto de que para este tema que nos ocupa no pueda haber ningún tipo de solución? Parece ser (así se desprende de lo que uno ve, escucha y lee) que a las autoridades municipales no les interesa lo más mínimo el legado de Miguel Hernández. En sus declaraciones públicas se aprecia –parece apreciarse- desprecio, e incluso odio. Más que de una medida anticrisis, esto se asemeja a una revancha. Insisto, digo que todo parece. Pero los hechos son los que son, como en el caso de la Dama. Mientras tanto el pueblo no sabe, no reacciona. Seguramente no tendrán que pasar muchos años para empiecen a levantarse voces que pidan el retorno del legado. Pero, como en el caso de la Dama, lo más probable es que para entonces sea tarde. Una vez más se habrá perdido la oportunidad de vincular a Elche –de un modo real- con un o unos elementos de esos que engrandecen el nombre de una ciudad. Antes fue la escultura y la historia. Ahora es la poesía y la historia. Y Elche, aunque crezca en extensión, seguirá empequeñeciéndose en su categoría. Y todo esto por dinero y por ignorancia. Por interese de unos y dejadez de otros. Tropezó dos veces con la misma piedra. Y dicen que no hay dos sin tres.

1 comentario:

azul dijo...

Qué razón tienen tus palabras, pero.. estamos viviendo momentos de crisis no sólo económica, sino de valores y ésta comenzó desde muchos años atrás, ahora ya está enfermando cada vez más el alma de la gente.
Es hora de que reaccionemos!! no podemos vivir haciendo las cosas pensando sólo en lo que nos va beneficiar en dinero, se debe tener en cuenta como en este caso, el beneficio cultural, el engrandecimiento de la ciudad, que se conoce por estos patrimonios,e inclusive fomenta el turismo.
Como decís, el humano siempre tropieza con la misma piedra...(Azul).