martes, 15 de febrero de 2011

Caña a la moto. Por muchos años.


Mira que en esto de la edad hay diferencias de apreciación. Una persona de veinte años, es mayor a los ojos de otra de cinco o seis. Al respecto de esto, tengo un recuerdo de mi madre: cuando hablábamos de personas de setenta u ochenta años, ella solía decir: “aún son jóvenes”. Mi madre tenía cien años. Ahora bien, lo realmente cierto es que se trata de una cuestión que en principio sólo atañe a cada sujeto de un modo particular y exclusivo. La vida, sin duda, es un compendio de etapas, y cada una de ellas tiene sus propias cualidades y sus propios problemas. El bienestar en una cualquiera de estas etapas, generalmente viene precedido por un trabajo bien realizado en la etapa anterior. Igual sucede al contrario. Y así, hasta que las pilas se agotan y el cargador deja de funcionar. Entonces llega “el acabose”, pero esto es otra historia que ahora no toca.

Mañana cumple años un amigo: cuarenta años; un número que ya empieza a ser considerable, qué duda cabe. Para mucha gente de “mente floja” éste es un número tabú que despierta infinidad de dudas y que muchas veces acaba en la depresión que se acostumbra a conocer con el nombre de “crisis de los cuarenta”. No acostumbro yo a comulgar con estos planteamientos, ni creo que él lo haga. Pienso, sin embargo, que es cierto que a esta edad pueden plantearse dudas, pero éstas no deben ser otras que las que plantea la propia responsabilidad. Ésta es una etapa de transición y de madurez. Seguramente habrá una distancia similar entre la adolescencia y los cuarenta y de estos con la vejez. En etapas anteriores se trabajaba para construir: un patrimonio, una familia, un trabajo estable. En ésta, aunque la construcción no ha terminado, forzosamente han de ir mostrándose resultados, y ahí pueden surgir las dudas: ¿En qué me he equivocado o me estoy equivocando? ¿Hago lo mejor para mi familia? ¿Estoy haciendo lo mejor para mí? Es necesaria mucha claridad de ideas para continuar avanzando con los menores tropiezos posibles. Es irrelevante el número de años, carece de importancia y no merece una mínima depresión el que esto suceda. Todo lo contrario: hay que celebrarlo, porque cada año que se cumple representa una muesca, una fecha en rojo en nuestro calendario vital, una oportunidad de estar vivos y de participar activamente en la organización de este espacio tan maravilloso que es el mundo que compartimos. Ahora bien, es bueno hacer balance, inventariar nuestros sueños, renovar nuestros propósitos, reforzar alguna parte que ha podido debilitarse en el camino y, apoyado en “la tribu”, seguir caminando con decisión.

Querido amigo que cumples cuarenta años: si miras hacia atrás serenamente, verás todo un río de cosas que te han sucedido y que te conciernen. Verás cómo –de los veinte a los cuarenta- ha cambiado tu vida. Verás que el tú se ha convertido cada vez más en el nosotros. Y que del río principal que compusisteis tu esposa y tú han derivado dos preciosos afluentes cuyo curso os esforzáis en guiar adecuadamente para que discurra sin tropiezos. Y verás que lo sucedido ha merecido la pena. Y que el tiempo pasado y el sacrificio asumido –porque siempre hay sacrificio importante- han dado un fruto valioso. ¿Y ahora, qué? Pues a continuar luchando, qué duda cabe. Dale caña a la moto a ver qué da esto de sí, y dentro de diez años, si te parece, hablamos otra vez del tema. Yo pienso estar aquí.

Felicidades, Jose. Y disculpa, si es posible, mi osadía por atreverme a vulnerar tu espacio. Es manía de viejos. Siempre sucede. Creemos que nuestra edad nos autoriza estas licencias. Por muchos años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tus palabras Pepe. Ha sido una grata, muy grata sorpresa.
Yo también espero que sigas aquí por muchos años. Tu caña a las letras y yo a la moto mientras el cuerpo aguante, y juntos a mantener el rumbo de los afluentes y sobre todo a disfrutar de ellos.
Muchas, muchas gracias.
Jose