lunes, 14 de febrero de 2011

El fuego y la ceniza



Suele ocurrirnos habitualmente: unas veces somos fuego; otras, ceniza. Somos capaces, en ocasiones, de convencer, de admirar, de brillar con luz propia, de quemar incluso con nuestra fogosidad. Otras veces, sin embargo, ese fuego decrece hasta convertirse en ceniza y, entonces, nuestra personalidad sufre lo que entendemos –lo que la sociedad entiende- como el aguijón del fracaso. Y ya no somos nadie para ellos ni para nosotros mismos. Esto, sin embargo, entiendo que no es más que un espejismo. En ambas situaciones: un espejismo. Ni más ni menos. Tan falso es el oropel primero como la decadencia posterior. Visto como éxito o como fracaso no es más que una desviación de la mente humana, un interés de mercado que antes o después, por el simple avatar de la vida, va a quedar devaluado. Es un fuego que se apaga hasta quedar convertido en cenizas. Pero si aceptamos que esto no es totalmente cierto, veremos que entre las cenizas quedará siempre alguna brasa que, en ningún caso dejará de arder con poco que la alimentemos con un aliento de razón, de respeto, de confianza, de afecto.

Hago esta reflexión a propósito de la despedida de un compañero. Antonio Serrano Selva, a lo largo de su vida –y más concretamente en los años que lo conocemos- ha sido –es- fuego, tal vez un poco desmesurado. Pero sí, es fuego. Y esto no siempre ha gustado a todos, e incluso le ha llevado a cometer errores. Sin embargo, en su favor, hay que reconocer su lealtad, su entrega, su aportación al proyecto común que representa “Caminos”. Una aportación siempre positiva que dejaba entrever un alma de poeta asociada a un carácter de líder. Hace unos días, Antonio Serrano Selva, un poco –o un mucho- abrumado por los achaques, decidió abandonar el grupo. Su razón: no se sentía capaz de estar a la altura que él mismo se exigía. Una razón muy noble, sin lugar a dudas. Quienes le estimamos –entre los que me cuento- esperamos sin embargo que no se deje vencer; que la fuerza de la razón le haga ver que cada etapa de la vida representa lo que representa, y nada más. Que cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino diferente. Que debajo de esas cenizas, que él pretende acumular ahora, siguen brillando brasas incombustibles, que nada ni nadie conseguirán apagar, con poco que él se lo proponga. Que para avivar el fuego, cuenta con amigos que le aportamos nuestro aliento.

Cierro esta reflexión con un poema de Mario Benedetti. Estimado compañero Antonio Serrano Selva: ¡¡NO TE RINDAS!!

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos.
Desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

No hay comentarios: